Dos años y medio atrás, tuve que preparar el trabajo final del curso de sommelier que hice en el Centro de Cata de Cervezas, acompañado por Andrés, el primero de mis amigos que me escuchó atentamente hablar de maridaje. Con él estuvimos jugando con los sabores de una carne a la cacerola marinada 24hs en Stout que tomé como inspiración las enseñanzas de uno de los profesores. “Toda receta que lleva líquido puede cambiarse por cerveza, toda receta que lleva harina puede usarse una proporción de harina de cebada malteada” afirmaba Emilio, profesor y brewmaster de Ruta 40. El examen final lo aprobé presentando una carne a la cacerola en salsa de reducción de stout acompañado con arroz y verduras, maridado con una Nut Brown Ale.
Dos años y medio después, y otra vez con la compañía de mi amigo fiel Andy (nada tiene que ver con el de Toy Story) vengo a hacer la nota de esta nueva sesión de maridaje a uno de los bares Ruta 40, un proyecto familiar que junta la cerveza artesanal, un menú con perfil cervecero y una atención que potencia toda la experiencia.

Comenzamos con unos langostinos empanados. Sí, leíste bien, langostinos. Pero pará, eso no es todo… está empanado con malta caramelo. Si, esa misma que se usa para hacer cerveza, en Ruta 40 la usan también para empanar los fritos. El langostino estaba muy fresco, de sabor sutil y bien sabroso. El empanado (o enmaltado -cuak-) le aporta una crocantez mayor que el pan rallado y un final dulce que suma complejidad al sabor. Para tomar, la vi en la cartelera y no puede resistirme de maridarla con este pescado, pedimos la Red Rye IPA, la Haka para los amigos. Cerveza de la que ya hemos hablado, hecha por GPS Birra y Barstow, con perfil maltoso, especiado y amargor presente limpio. En el caso de este maridaje, el dulzor del empanado con maltas caramelo aumenta el perfil dulce de la cerveza potenciando el sabor. El aceite compite un poco con el amargor de la Haka bajándolo pero aumentando aún más la tomabilidad dejando al langostino presente en el paladar sin perder ninguna de sus propiedades.

De plato principal y una de las especialidades de la casa, nos llegó a la mesa la pizza “Desafío Ruta 40”. Una pizza con muzarela, panceta ahumada fresca, cebolla caramelizada y huevo duro rallado arriba. La masa, como adelantaba renglones arriba, también está hecha con maltas caramelo. Cuestión que, entre la cebolla y la masa, el dulce predominaba en el plato realzando todos los sabores de la pizza. El bordecito de la masa (muy odiado y amado por todos), que era a la piedra, parecía un pan integral casero. Pensando en el dulzor del plato y la complejidad de la cebolla y la panceta, nos decidimos por pedir una Trippel de Deleuze y una Dubbel de Ruta 40, ambos estilos de la escuela belga de cerveza con perfil dulce y notas a frutos secos. La Dubel presentaba frutos rojos y un dulzor medio, estilo caramelo de flan, con una fina carbonatación y espuma persistente. La Trippel (IBU: 15 y 8% de alcohol) tenía un perfil dulce medio, con unas notas especiadas junto con una gran presencia de frutos rubios como el higo. Ambas cervezas maridaban bien, aunque la Trippel conseguía ese tercer sabor que un optimo maridaje busca. El primero es la cerveza, el segundo la comida y el tercero es el que potencia el todo y aumenta la experiencia. En este caso el maridaje bajaba los 8 puntos de alcohol de la cerveza, subiéndole el cuerpo y la cremosidad. La combinación de la masa de malta cervecera y la cebolla potenciaba el dulzor y el especiado de ambos disminuía. En ese mismo momento aparecía un gustito a caramelo inglés, parecido al Butter Toffee pero sin el “butter” que redondeaba todo el bocado y completaba el maridaje.

Esta vez sin postre, ya que teníamos el corazón muy contento (y la panza bien llena), cerramos la noche con un brindis poco común para este blog birrero, con una pinta de Honey de Ruta 40 y una copa de una bebida que de a poco va apareciendo cada vez más en las carteleras de las cervecerías: una Sidra de Bauer. Ambas dulces, como para irse a dormir con ese gustito en la boca. La honey con un perfil de miel bien logrado y la sidra con el característico gusto a manzana y un dulzor seco que te pedía el siguiente trago.
Así concluimos una experiencia más en que todo se potencia, las amistades, la camaradería y hasta los platos con una Trippel belga. Miramos un poco para atrás, vemos toda la cerveza que pasó por nuestra garganta y confirmamos que los buenos maridajes se construyen día a día. Vos, ¿qué maridás hoy?
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