Paralelo se vistió con Okcidenta

Uno de esos típicos días por los que no apostas ni dos mangos para que alguien te haga la segunda en ir a birrear. Uno de esos en los que hasta tu alma llega a dudar en acompañarte… Así pintaba el jueves pasado con una lluvia insoportable, y debo confesar que contra todo pronóstico, el destino me ganó otra partida (y ya van…).

Fue mi segundo a evento a cubrir pero el primero para el que me confiaban un mega voto de ir sola, de dejármelo rotundamente en mis manos. Por esto, es que de ahí en adelante era completamente una gran prueba para ir derrotando poco a poco los nervios, la ansiedad y la timidez que tanto me caracterizan, y por ende, no me iba a perder la oportunidad que se me había dado.

Caímos con #Novio al rededor de las 19 hs y Tomás nos dio una grata bienvenida. Me contó brevemente sobre los estilos de Okcidenta que inundaban las pizarras y por un instinto interno, le brindé mi total confianza en sus recomendaciones de qué ir tomando y masticando. Sólo me atajé con algo, de antemano sabía que dos de los siete estilos pinchados eran poco comunes, especiales, únicos, y como tales, tenía que darles el lugar indicado, con el estómago un poco llenito y el paladar ya entrado en calor. Por esto es que sólo le pedí que fuéramos de lo más tranquilo a lo más potente.

En birras, se cumplió porque arrancamos con una Golden Ale y una Honey Ale («Lajony», de los mejores nombres que escuché), pero cuando llegó el primer plato se fue todo un poco al chori… Una canasta inundada en papas con una cocción impecable, la cantidad justa de cheddar y un batallón de bondiola desmechada por encima. No quiero ofender a nadie pero les juro que eran dignas de revertir el vegetarianismo en todo el mundo.

Para ese entonces, ya había un par de mesas ocupadas, amigos que se encontraban después del laburo, alguna que otra futura parejita gritándose deseos con las miradas, otros que caían solos y se estancaban con una birra en la barra, y por último pero no menos importante, cada vez eran más los que se iban amontonando en el pasillo entre la cocina y la barra. Por un lado eso, por otro lado la ambientación: un proyector con el canal de deportes, cuadros obsequiados, botellas y etiquetas de cervezas de muchos lados exhibidas como souvenirs, gorras con su logo por doquier, banderines coloridos en cada rincón, diversidad de estilos de mesas y sillas, también de música… Todo denotaba que detrás de todo lo que uno veía o disfrutaba, había un equipo muy diverso de amigos y colegas con grandes corazones que respetan y valoran las diferencias y les abren las puertas de su casa cervecera a todo ser que lo necesita. Así me encontré yo, en un bar en donde perdí la noción de estar dentro uno de los barrios más top de la Capital, y en donde me sentí cómoda desde que entré hasta que salí.

Para la segunda ronda, nos abstuvimos a sólo probar dos estilos mientras le dábamos espacio a que se asienten las papitas dentro nuestro. Fue el turno entonces de una APA y una IPA, por supuesssto que de Okcidenta también. Muy frescas, súper livianas, aromatizadas en la medida justa, eran exactamente lo que necesitábamos para terminar de bajar las revoluciones de un día laboral tan complicado.

Con vasos a media asta, ya había llegado, junto con su novia, el mejor amigo de #Novio, y no fue la excepción para que Tomi los tratara como dos invitados más – me querés explicar dónde más sucede esto hoy en día?!?!?!-. Fue así que rápidamente nos agasajó con vasos recargados de una Blonde to Sour para mi gordo y una Barley Wow para Mati, su amigo, los dos estilos que les nombré anteriormente y que son parte del nuevo #ProyectoBarricas de Okcidenta. Estilos especiales, añejados en barricas de vino, con tanta personalidad en aromas y sabores que eran dignas de ser lucidas en tekus, copas con una delicadeza y finura aptas sólo para excepciones. No me voy a detener en las especificaciones técnicas de dichos estilos porque no me compete ni me siento capaz de hacerlo, pero para quien me esté leyendo y no haya probado nunca algo similar, sólo puedo recomedarle que no puede irse de este mundo sin haberlo experimentado. Son sabores realmente únicos, donde la mano del experto y la sabiduría de la naturaleza cogenian en un elixir de los dioses -tal como dijo Seba de @gpsbirra un rato después-.

Por el otro lado de la mesa, Vicky, la novia de Mati, optó por una APA y yo fui por una Amber Ale, tan obvia siempre. Seguido a esto, una vez más, el milagro se hizo morfi: llegaron a la mesa una cazuela de bastones de polenta con una salsa de tomate calentita, y un plato de queso Halloumi gratinado acompañado de un pesto impresionante y unos cherrys cocidos IN-CRE-Í-BLES.

Para ese entonces, el espacio ya arrancaba a quedar acogedor y así y todo, los agasajadores se ocuparon de no incomodar a nadie e ir comentándoles a quienes no estaban al tanto del Tap Take Over yendo mesa por mesa anticipando que se vendría una charla de Diego Singulani de Craft Beer Argentina. El respeto y silencio de misa que hubo para cuando eso sucedió. Otro suceso imborrable en mi mente. La vorágine, la falta de tiempo, la necesidad de compañerismo que hoy tantos tenemos, se disolvieron en esa brecha de tiempo. Un poroto más para el mérito de Paralelo!

Para ir cerrando otra noche llena de risas, de intercambio de opiniones y creencias, de conocer cada vez más el círculo que rodea a mi compañero… No podía haber dos sin tres, y así es que se vino la tercer ronda de morfi con el ultimo refill de pintas. Un sandwich de mila de carré con palta, rúcula y huevo frito, otro de bondiola braseada con mostaza, rúcula y cebolla caramelizada -tal como lo adelanté en historias de @mibirracora, todo entre panes es más rico-, y las vedettes de la noche: unas ribs bañadas en barbacoa acompañadas de una papa rellena y gratinada con queso y verdeo. Para qué les voy a dar detalles si con las fotos que siguen, se cae de maduro lo zarpado que fue todo!

Cuatro panzas llenísimas, cachetes doloridos de tanto reir y un ambiente amiguero y simple por donde se lo vieraa. Todo eso me hizo sentir realmente cómoda y segura de querer volver pronto. Y ni hablar de querer contagiarles a ustedes también que vayan a conocerlo, o si ya fueron, que se tienten en ir a visitarlo nuevamente y degustar tales manjares.

Sin más que decir, esta pibita los saluda #conbirraybonete y los despide hasta la próxima jodita cervecera que surja (más pronto de lo que ustedes y yo nos imaginamos jajaj).

Mi Birrácora

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